Los Archivos del FBI (Doblado)

En septiembre de 1997, un equipo de hombres cubiertos con máscaras asaltó una instalación de autos blindados en Los Ángeles, y escaparon con 18,9 millones de dólares, el mayor golpe en la historia de robos de los Estados Unidos. Una empleada creyó reconocer la voz de uno de los asaltantes, y agentes del FBI comenzaron a llevar a cabo la vigilancia de un ex empleado de la instalación. Con solo una pieza de evidencia física, el fragmento de un faro trasero de un vehículo, las autoridades esperaban relacionarlo con el crimen y localizar a sus cómplices.

En julio de 1996, dos hombres entraron en una casa de empeño en Birmingham, Alabama, y asesinaron sin piedad a los empleados. Para desconocimiento de los asesinos, una cámara secreta de vigilancia grabó el tiroteo. La policía local y el FBI les mostraron imágenes del crimen a los medios, y rápidamente pudieron identificar a los perpetradores. Ahora, las autoridades tenían que encontrar a dos asesinos a sangre fría que sabían que estaban siendo perseguidos por homicidio.

En el condado Lincoln, Nebraska, un traficante de drogas fugitivo se involucró en un tiroteo con policías, hiriendo a dos de ellos, y evitó la captura después de una persecución a alta velocidad. Las autoridades de inmediato establecieron una búsqueda a lo largo del estado y vincularon al fugitivo con un asesinato en el oeste de Nebraska. Un avistamiento afortunado condujo a los agentes del FBI a una segunda confrontación con el asesino, quien estaba más decidido que nunca a escapar de la ley.

A principios de los años ochenta, un par de ladrones en serie de bancos ganaron reputación entre las fuerzas de la ley como bandidos formidables. Usando el mismo modus operandi, los dos hombres tomaron rehenes y vaciaron bóvedas de bancos a lo largo del Medio Oeste. Después de que los criminales escaparon de la custodia policial, los agentes del FBI familiarizados con los bandidos creyeron que intentarían un robo a gran escala. Por medio de la vigilancia de asociados conocidos de los criminales, las autoridades intentaron anticipar el siguiente objetivo.

En el verano de 1999, Texas fue aterrorizada por un asesino en serie que viajaba por tren. El FBI organizó una fuerza de tareas para reunir información sobre el viajero peligroso y crear un perfil que ayudara a localizarlo. A medida que descubrían que el asesino había viajado varias veces a través de los Estados Unidos y México, los asesinatos se hicieron más frecuentes, por lo que las autoridades tuvieron que hacer una red de captura a lo largo de un continente en un esfuerzo para atraparlo.

El dos de octubre de 1987, un oficial de policía de Boston que respondió a una llamada por altercado doméstico fue herido de muerte. Las autoridades hicieron una persecución a lo largo de la ciudad, pero solo pudieron encontrar las huellas del sospechoso principal. Creyendo que había huido de la zona, el FBI siguió el rastro del sospechoso hasta la costa oeste y a lo largo de la frontera con México, siempre alertas ante la desesperación de un asesino de policías y la necesidad de justicia.

En agosto de 1984, el hijo de un constructor exitoso de bienes raíces fue secuestrado en frente del negocio de su padre en Miami. Después de que el padre recibió la exigencia de un rescate de tres millones de dólares de un terrorista autoproclamado, el FBI se involucró. Basados en las descripciones de testigos del auto usado en el secuestro, las autoridades empezaron a sospechar de un par de ciudadanos de Colombia conocidos por sus resentimientos en contra la familia del constructor. El FBI tenía que investigar sin revelar sus sospechas, a riesgo de enfrentar las amenazas de los secuestradores.

En octubre de 1995, una familia de Carolina del Sur fue tomada como rehén como parte de un robo de banco bien planificado. La policía local rápidamente identificó a dos de los criminales, pero el autor criminal probó ser más evasivo. Después de escapar de la custodia, las autoridades empezaron a sospechar de la participación del fugitivo en una serie de robos de bancos a lo largo de la costa este, y el FBI permaneció detrás de su rastro, esperando atraparlo antes de que tomara más rehenes

En febrero de 1988, un vendedor de una disquera en Sandusky, Ohio, recibió un disparo mortal en su camioneta. Después de descubrir un bolso con miles de dólares dentro del vehículo, la policía supo que el robo no era el motivo, y empezó a investigar otras posibilidades. Los agentes del FBI se percataron de que varios miembros de una banda en motocicletas habían sido detenidos en las cercanías por infracciones de tránsito poco después del asesinato, y surgió la teoría de que el asesinato del vendedor podía haber sido un robo que salió mal llevado a cabo por uno de los miembros de la banda. Para localizar al asesino, los agentes tuvieron que averiguar más sobre el grupo secreto.

En junio de 1973, una niña fue secuestrada de un parque estatal en el río Missouri mientras acampaba con su familia. Varios meses pasaron sin tener una pista; luego, un agente del FBI tomó un interés particular en el caso. Usando una nueva técnica conocida como perfilado criminal, predijo que el secuestrador contactaría a la familia de la niña al primer año del día de su secuestro. Cuando esta predicción se hizo realidad, el agente del FBI notó varias pistas en el comportamiento, que esperaba que lo condujeran al secuestrador.

En 1996, un grupo de políticos extremistas robaron dos veces un banco en Spokane, Washington, con el uso de bombas caseras y la precisión militar para escapar. El FBI descubrió que los ladrones, que formaban parte de una organización llamada Sacerdocio Phineas, podrían estar preparando una guerra a pequeña escala con las fuerzas de la ley. Después de que identificaron a los sospechosos, el FBI se enfrentó a la tarea de arrestar con seguridad a un grupo de terroristas con una agenda mortal.

En agosto de 1992, un hombre regresó a su casa en Memphis y descubrió que su esposa estaba desaparecida. El esposo, así como sus amigos, sus familiares y vecinos, empezaron a recibir llamadas al azar. Los agentes del FBI notaron que un vecino parecía entenderse mejor con el secuestrador, así que empezaron a dudar de su nivel de implicación, pero tenían que proceder con cuidado, a sabiendas de que podía ser su única conexión con la mujer desaparecida.

En 1990 y 1991, la policía de Chicago y el FBI estaban tras el rastro de un ladrón de bancos cuyos asaltos se estaban tornando cada vez más violentos. En varias ocasiones, el criminal usó vehículos japoneses robados para llevar a cabo los robos, por lo que las autoridades esperaban identificarlo rastreando robos de vehículos. Cuando al fin localizaron al hombre conocido como el “bandido de la barba”, supieron que no trabajó solo y que había hecho un pacto de jamás rendirse.

En 1988, surgieron nuevas pistas sobre la muerte misteriosa de un granjero de Carolina del Sur cuando un criminal confesó que dos miembros prominentes de la comunidad lo contrataron para cometer asesinato. La policía local y agentes del FBI arrestaron a un hombre de negocios adinerado y luego supieron que, incluso en prisión, manejaba el poder para corromper y matar. Usando informantes de la prisión, los agentes tenían que evitar que asesinara de nuevo.

En octubre de 1993, un ladrón sorprendió a los clientes desprevenidos al descender por el techo de un banco de California. Cuando la policía llegó, escapó por el techo en medio de una balacera. Una pista de un residente local condujo a la policía y a los agentes del FBI al perpetrador. Pronto se darían cuenta de que había planeado el secuestro de un lugareño, y tenía el destino de una mujer inocente en sus manos.

En enero de 1984, un oficial de aduanas desaparece de su puesto cerca de Del Río, en el cruce de la frontera con Texas, incitando a la policía local a buscar a cuatro sospechosos latinoamericanos que conducían un Pontiac Grand Prix. Al día siguiente, el oficial de aduanas fue hallado muerto. Dos policías estatales recuperaron el revólver perdido del oficial después de un altercado fatal con dos hombres. La policía local y el FBI continuaron buscando el vehículo sospechoso, preparados para una confrontación con criminales desesperados.

Entre las guerras de cocaína en Miami a principios de 1980, tres cadáveres llevaron a un escuadrón táctico formado por varias agencias a sospechar que un grupo de policías podía estar involucrado en redadas ilegales por drogas. Al investigar rumores de corrupción, el escuadrón dejó al descubierto un anillo de patrulleros que se estaban enriqueciendo con los decomisos por tráfico de cocaína. Los investigadores se prepararon para probar que incluso con las ventajas de la riqueza y la protección de una placa de policía, nadie está por encima de la ley.